Como pueblo fantasma: La Villita queda desierta por el coronavirus
Domingo por la tarde a principio de primavera. La calle 26, el corazón del vecindario de La Villita, está relativamente vacía a poco más de una semana de que las autoridades municipales decretaran la orden de permanecer en casa debido a la pandemia del coronavirus.
La Villita es uno de los sectores comerciales más importantes de Chicago. Otro domingo cualquiera, estaría lleno de familias entrando y saliendo de restaurantes, jóvenes paseando en auto con la música a todo volumen, residentes de los suburbios haciendo sus compras, novios tomados de la mano disfrutando de un helado y decenas de clientes entrenado y saliendo de los múltiples negocios que caracterizan este populoso barrio.
El coronavirus cambió todo. Cerca del icónico Arco de la Villita, en la 26 y Albany, la señora Araceli Ramírez ha atendido su puesto de elotes y chicharrones desde hace 10 años.
Desde hace una semana, sólo trabaja cuatro horas al día porque dice que su clientela ha descendido en más de 60 por ciento. Tortillerías y panaderías atienden sólo a dos clientes a la vez mientras que algunos restaurantes ofrecen servicio para llevar.
El tráfico de vehículos es fluido, pero nada comparado con el bullicio, ajetreo y aglomeración de un domingo cuando nadie se tenía que preocupar de contraer un virus mortal.
Una pareja camina tranquila con su bebé en carriola, una familia detiene su auto para preguntar en un puesto si tienen champurrado, un señor sale de una tortillería con un par de bolsas, pero falta el ir y venir sin parar de residentes y visitantes que han convertido La Villita no sólo en una zona comercial importante de la ciudad, sino también en un lugar de encuentro, en una plaza abierta.
Tiene razón la señora Araceli… ojalá que esto termine pronto.