Gane quien gane…

WASHINGTON - El próximo presidente de Estados Unidos tendrá la presión de generar las condiciones que den trabajo a millones de desempleados, reducir la galopante deuda federal, terminar con una guerra en Asia, unir a un país dividido y evitar que Irán obtenga ojivas nucleares.

Y esos son solamente algunos de los problemas que tendrán que encarar inmediatamente, el candidato presidencial electo, después de jurar el cargo.

La tarea que comenzará inmediatamente después de los comicios del martes podría determinar si la Casa Blanca y el Congreso impedirán que el país vuelva a caer en una recesión el próximo año. Si los legisladores y el nuevo gobierno no adoptan con urgencia las medidas apropiadas, una amplia gama de aumentos fiscales y recortes presupuestarios entrará en vigencia en enero, endureciendo la vida de millones de familias y poniendo en peligro la ya debilitada recuperación económica.

Gane o pierda, el presidente Barack Obama permanecerá en la Casa Blanca hasta el 20 de enero del 2013, por lo que el "abismo fiscal" será enteramente problema suyo. Empero, el republicano Mitt Romney querrá hacer aportaciones en este asunto como presidente electo si gana.

La economía, estable pero aletargada, encabezará la agenda del nuevo mandatario y toca todos los aspectos que han dominado la campaña: seguridad para la clase media, creación de empleos, valores, impuestos, oportunidad de una vida mejor.

El próximo presidente quizá no tendrá que lidiar de inmediato con un caos en el sector financiero combinado con alto desempleo y una caída en los mercados bursátiles como tuvo que hacerlo Obama desde que juramentó el 20 de enero de 2009.

Pero el pueblo exigirá resultados pronto.

Más de 23 millones de personas están desempleadas, o trabajan a tiempo parcial cuando les gustaría hacerlo a tiempo completo, o bien han dejado de buscar empleo. Obama y Romney han prometido generar un rebote sólido del empleo, pero difieren diametralmente en cómo alterar la situación del mercado de trabajo.

Y el mundo no esperará para poner a prueba al próximo mandatario estadounidense.

El enfrentamiento de Irán con Occidente por su programa nuclear ha empeorado. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu advirtió que los aliados disponen hasta mediados del próximo año para impedir que Teherán tenga capacidad para desarrollar armas nucleares. Estados Unidos se verá obligado a apremiar a sus aliados, aplicar sanciones de manera estricta y elevar la amenaza de una intervención armada para disuadir a Irán, o se arriesga a que Estados Unidos sea arrastrado a otra guerra.

En política exterior, el ocupante de la Casa Blanca encarará la guerra civil de Siria, el conflicto palestino-israelí, la crisis de la deuda soberana europea, la guerra de México contra el tráfico de drogas y armas, y la agitación del Medio Oriente.

El terrorismo sigue siendo una amenaza para Estados Unidos y el reclusorio naval de Guantánamo sigue abierto pese a las promesas electorales de Obama.

La guerra en Afganistán continúa tras más de 11 años, aunque Estados Unidos y sus aliados piensan concluirla en el 2014.

En enero, el nuevo presidente y su gabinete tendrán que encarar una reducción presupuestaria de 109,000 millones de dólares.

El mandatario tendrá que convencer al Congreso que aumente de nuevo el límite de la deuda federal. La deuda soberana estadounidense supera ahora los 16 billones de dólares, la mayor desde la fundación del país.

Lo peor quizá sea la amenaza de lo desconocido: una sequía, el colapso de un puente, un tiroteo o un derrame de petróleo.

El próximo presidente de Estados Unidos tendrá la labor de encargarse de todo ello.

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