Lágrimas e ira en Honduras

COMAYAGUA, Honduras — Entre lágrimas de tristeza y de ira, familiares y amigos enterraron el sábado a Ivis Javier Avila Raudales, una de las primeras víctimas del incendio en la Granja Penal de Comayagua que dejó al menos 358 muertos, en ser inhumada. Mientras, decenas de familiares hacían cola para ingresar al penal para visitar a sus parientes presos por primera vez desde el trágico episodio del martes en la noche. Las autoridades no permitieron el acceso de la prensa. Avila Raudales, tenía 19 años y cayó preso a los 17, cuando después de un partido de su equipo de fútbol favorito, el Olimpia, lo detuvieron por romper el cristal de la ventanilla de un vehículo. "No era nada grave (pero) cuando ya iba a salir se escapó, esa fue su mala pensada", dijo a la The Associated Press, Adán Avila, padre de la víctima. Después de la fuga lo agarraron y le dieron dos años de cárcel, "pero como ya era mayor de edad lo llevaron a la Granja y allí murió mi niño, porque era un niño de edad y de la cabeza", agregó el doliente, mientras en medio de llanto culpaba a las autoridades penitenciarias de la muerte de su hijo. "Yo lo único que pido es que se haga justicia, que investiguen, pero no estos pícaros, porque yo creo que hubo mano criminal, aquí la gente dice que les regaron gasolina, todos escuchamos las ráfagas de tiros, como en una guerra, como si era fin de año. Que investiguen y van a encontrar la verdad", manifestó. Este es un sentimiento generalizado entre los deudos de las víctimas del fuego. Las autoridades dijeron inicialmente que el incendio había sido causado por un reo que incendió su colchón, sin embargo, el vocero de la fiscalía Melvin Duarte ha dicho que no descartarán ninguna hipótesis en la investigación. Para ayudar en las pesquisas, el viernes se instaló en la prisión un equipo de expertos estadounidenses en incendios y explosivos del Buró de Armas de Fuego, Tabaco y Alcohol, que buscarán encontrar una respuesta a la incógnita de qué propició las llamas que se expandieron rápidamente por seis de los 12 cobertizos que eran utilizados como celdas colectivas en la penitencieria. El número de muertos por la conflagración llegó a 358 después de que reportaran el deceso de otro de los 10 pacientes provenientes del reclusorio en un hospital de Tegucigalpa. El director del departamento de cirugía plástica del Hospital Escuela, Juan Carlos Fúnez, identificó al fallecido como Jesús Bonilla, de 24 años y sordomudo. Fue el tercer reo que falleció en el curso del viernes en ese centro hospitalario y otros dos siguen graves en la unidad de cuidados intensivos, los cinco restantes se encuentran estables, indicó el médico. Bonilla sufrió quemaduras en el 70% de su cuerpo. Poco antes también murió Oscar Mencía, quien tenía el 95% del cuerpo con quemaduras graves. Mientras, en el cementerio los familiares y amigos despedían los restos de Avila. La abuela del joven parecía serena y daba órdenes para el desarrollo del funeral, pero cuando metieron la caja dentro de la sepultura, dejó escapar el mar de sentimientos y hasta trató de lanzarse. "Que barbaridad la que han hecho, déjeme irme con mi niño", dijo la mujer de unos 60 años. "Yo soy la que debe de estar allí, él es un niño y no quiero que se vaya solo". Pero en la puerta de la prisión reinaba una atmósfera distinta, alegría y tranquilidad se percibía en las personas que habían podido abrazar y ver por primera vez desde la letal conflagración a algún familiar encarcelado. "Yo ya había hablado por celular con mi hijo pero quería verlo, tocarlo y hoy me voy tranquilo", expresó a la AP Luis Valladares, de 65 años, quien entró a visitar a su hijo Marcos Antonio Valladares, de 32. "Está quebrado de la pierna derecha, eso fue cuando saltó del techo y también tiene heridas que se le dieron en las lámina", detalló. Valladares dijo que su hijo le contó que el peligró no pasó cuando logró romper las láminas para escapar de las llamas que se esparcían dentro del cobertizo en donde estaba confinado, ya que al llegar al techo debió todavía esquivar los disparos que los guardias hacían contra él. "El pidió auxilio buscando rincones donde no había fuego. El fuego era por todos lados y los policías les hacían tiros, a ellos les disparaban los policías. Pero a él no lo hirieron, a él no lo balearon, dicen que cayeron quince baleados", contó Valladares. Algunos de los guardias que estuvieron de turno la noche del incendio explicaron antes que los disparos que hubo fueron al aire y con la intención de alertar al resto de compañeros de la emergencia que se había desatado. Sin embargo, varios testigos han dicho que se escucharon muchos disparos aunque de momento ningún reo parece haber resultado herido de bala. Lidia Regina Dimas Barahona, de 54 años, también se cercioró que su hijo encarcelado Carlos Alberto Dimas, de 31 años, "está bien, gracias a Dios solo tiene unos rasguños". Después de visitarlo en el penal, comentó a la AP que "me voy tranquila porque está bien. Mire la desgracia que ha pasado y yo le dije que Dios lo quiere". Mientras decenas de personas más hacían fila esperando su turno para entrar a visitar a algún pariente en la cárcel. En Tegucigalpa, decenas de expertos forenses continúan la identificación de las víctimas, algo que se ha tornado complicado por el estado de los cuerpos, por lo que en muchos casos ha sido necesario realizar confrontación de placas dentales y ADN para corroborar la identidad de las personas. Para agilizar la labor han llegado al país peritos de México, El Salvador y Chile, quienes se han incorporado a los trabajos de identificación de los reos para su posterior entrega a los familiares.

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