Boston: a un año de los atentados

Desde la ventana de su sala en Hopkinton , Massachusetts , Judy Keefe puede ver el lugar donde decenas de miles de corredores se alinean cada abril para correr 26.2 millas hacia el centro de Boston, una travesía que ella nunca ha entendido, pero de cualquier manera la celebra.

Periodistas, deportistas y celebridades locales, así como generaciones de amigos y parientes, dependen de su incondicional hospitalidad en las horas antes y durante el maratón de Boston.

Cada año, el día de la carrera, acuden a su modesta casa de madera en East Main Street, a lo que se convierte en una combinación de albergue, base de operaciones y lugar de fiesta. Keefe, que creció viendo la carrera antes de que se convirtiera en un evento internacional, no pide nada a cambio. Ella lo ve como una especie de deber cívico, una manera de ayudar a que su comunidad se vea bien y unificar a desconocidos.

"La gente corría mucho, pero para mí siempre se trató de un acontecimiento social" dice Keefe , de 69 años de edad.

El maratón de Boston ejerce una fuerza centrípeta en la región, la unificación de la ciudad y sus vecinos en una reunión de todo el día que se trata tanto de la carrera como de una demostración de orgullo provincial. En ningún lugar es esta dinámica más evidente que en los hogares, las empresas y las escuelas que se ubican a lo largo de la ruta entre Hopkinton, en los suburbios occidentales de la ciudad, y la Plaza Copley, en el centro de Boston. Y en ningún momento es el sentimiento más palpable que ahora, un año después del doble atentado que sacudió la línea de meta.

Motivado y desafiante

La ruta de la carrera es prototipo de Nueva Inglaterra: ondulantes calles secundarias que atraviesan frondosas áreas comunes, pulcros suburbios de antaño, reservas boscosas, enclaves de inmigrantes, sectores de comercios pequeños y de industria ligera, antes de llegar a las casas bien equipadas, de Brookline y el bullicio de Boylston Street.

La mayoría de las comunidades periféricas por lo general no se consideran a sí mismas como parte de Boston. Pero eso cambia el tercer lunes de abril, cuando cientos de miles de personas pasan el día feriado de Patriots Day, (Día de los Patriotas), que celebra las primeras batallas de la Guerra de la Independencia, hacinados en la ruta dela carrera. Animan, echan porras y chocan manos con corredores que conocen, e incluso con los que no conocen. Echan porras por el hogar que comparten y su importancia histórica.

"Es otra de esas cosas muy patrióticas, muy americanas, tarta de manzana, béisbol, como ese tipo de cosas", dijo Jane Nelson, quien creció en Framingham, una ciudad de clase trabajadora con su porción de escaparates vacíos. Ella trabaja en Silton Cristal, donde cada año anima a corredores en su traje rojo, blanco y azul chillón. "A pesar de que tiene una longitud de 26 millas, se siente como si fuera de tu comunidad. Es más grande que la pequeña ciudad en la que vives".

Este año trae aún más motivación.

Justo al pasar las 4 horas del maratón del 2013, dos bombas, presuntamente plantadas por un par de hermanos, estallaron cerca de la línea de meta. El ataque, que mató a tres personas e hirió a más de 260, desató una furiosa persecución de cuatro días en el que un oficial de policía fue asesinado a balazos, uno de los hermanos murió en un tiroteo, y el otro hermano fue encontrado herido en un patio trasero del vecindario de Watertown. El Maratón de Boston, una de las más prestigiosas carreras del mundo, paso a ser tristemente célebre.

El maratón del 2014, el 21 de abril, se espera que atraiga a 36,000 corredores y más de 1 millón de espectadores. La seguridad será tensa, las mochilas estarán prohibidas a lo largo de la ruta y se insta a anfitriones de fiestas a desconfiar de los extraños. Pero aquellos en la ruta están unidos en desafiante insistencia que nadie, ni siquiera un par de hermanos asesinos, interrumpirá su día especial.

En cierto modo, el maratón representa el final de un proceso de duelo de un año y el regreso a la rutina.

"Eso creo, y mucha gente con la que hablo dice ‘Nos golpearon con fuerza, y nos colocaron contra la espada y la pared, pero no van a arruinarnos esto’ (el maratón)", dice Nelson, de 64 años de edad.

La vida y la maratón, entrelazados

A pocas millas de distancia, en la pintoresca, tipo postal, comunidad de Natick, Brian Donovan recordó su primera memoria de la infancia: tenía unos 4 años de edad, en la lateral, esperando ver a su padre pasar corriendo.

Donovan no lo vio, pero antes de que pudiera enojarse, su padre regresó y lo tomó en brazos. "Suena cursi y todas esas cosas, pero eso es un momento imborrable" cuenta Donovan, de 39 años.

En años posteriores, Donovan acompañó a su padre, un policía estatal, en un operativo de seguridad para Johnny Kelley, un icono de la Maratón de Boston, que corrió la carrera 61 veces y ganó dos veces. Estuvieron juntos a la línea de meta en1982 para el "Duelo bajo el sol" entre la leyenda de larga distancia Alberto Salazar y Dick Beardsley.

El padre de Donovan le decía que cualquier persona que corre un maratón era un héroe. Así que cuando Donovan creció, empezó también a correr maratones; ha completado siete, incluyendo cuatro maratones de Boston.

Cuando no lo corría, Donovan siempre se tomaba el día libre en “Patriots Day” para ver el maratón. En el 2009, él y su esposa compraron una casa sobre la ruta de la carrera. Ahora organizan fiestas el día de la carrera en su jardín frontal.

"Todo el mundo tiene lo mismo que están acogiendo, tanto en Hopkinton o Ashland o un estudiante de Wellesley chillando como loco, o en la estación de bomberos donde se da la vuelta", dijo Donovan. "En cualquiera de estos lugares, simplemente lo dejas todo".

Entre sus amigos y vecinos, Donovan ha notado una negativa urgente a sucumbir ante el miedo de otro ataque. El maratón del 2014 representará una "gran señal del dedo de en medio al terrorismo ", dijo.

"Creo que un montón de gente va a estar más motivada por: ‘¿Me estás diciendo que no puedo hacer algo que es realmente bueno, echar porras a la gente? ¿Me estás diciendo que no puedo hacer eso? Olvídate'".

“Esta es nuestra carrera”

Eric Barry es un fotógrafo cuyo estudio se ubica sobre la ruta en Wellesley, una acomodada ciudad universitaria. Él no es muy de un fanático de las carreras, pero tiene una sensación de propiedad con el Maratón de Boston, un rito primaveral que atrae a un campo internacional de competidores de élite.

“Este no es el Tour de Francia, donde puedes ver por un par de minutos y sentir como, 'Sí, es hermoso, ¿y qué más?’” dice Barry, de 40 años. "Aquí la ves porque es nuestra carrera".

Y agregó: "No creo que yo podría ir a cualquier parte y ver una maratón. Prefiero ver secar pintura. Pero esto trasciende el deporte. Es la diversión, la comunidad, y la gente realmente se vuelve loca cuando ven a alguien que de alguna manera está batiendo las probabilidades". Este año, por supuesto, habrá que animar a muchos más corredores que llevarán las de perder: personas heridas en la meta del año pasado y miles cuyas carreras se vieron truncadas.

“Únicamente resolución"

En las horas que siguieron al atentado del año pasado, el Departamento de Bomberos de Newton se apresuró a encontrar una manera de alentar el vecindario circundante, que colinda con Boston.

La estación de bomberos, de ladrillo rojo, ubicada en la esquina de la Washington Street y la Commonwealth Avenue es un hito del maratón, un popular lugar de encuentro y un punto de inflexión crucial en la carrera en las faldas de Heartbreak Hill.

"Tenemos que hacer algo", el teniente Tom López, dirigente sindical, recuerda haberle dicho a su jefe.

Para el final de la semana, una pancarta con la leyenda "Boston Strong" (Boston Fuerte), colgaba de la fachada de la estación de bomberos. Permanecerá ahí durante la carrera de este año. "Esa pancarta es una fuente de orgullo", dijo López.

A lo largo del duro invierno, corredores entrenando para el maratón han parado en la estación de bomberos para calentarse, por agua, o para charlar. Los residentes, por su parte, han dicho que están esperando al maratón más que el año pasado.

"Nadie me ha dicho que no van a ir a la carrera. La gente dice: 'No puedo esperar para estar ahí’ Solo he escuchado resolución " dijo Lopez.

Molly Tyler, estudiante de último año sólo de la universidad para mujeres Wellesley College, está liderando el esfuerzo de la escuela para hacer pancartas para cualquiera que las pida. Cada una será colgada a lo largo del "Scream Túnel ", una manada de cientos de gritones estudiantes que por décadas han instado a los corredores a seguir adelante a medida que atraviesan el punto medio aproximado de su recorrido. Las solicitudes están muy por arriba de este año, dijo.

"La gente dice cosas como, 'No pude terminar el año pasado, asi que haz esta pancarta mejor que nunca, porque voy a terminar’” dice Tyler, de 21 años de edad. Impulsado por los recuerdos

En Hopkinton, un pueblo semi rural que parece estar a un mundo de distancia de Boston, Rick Macmillan sacó un libro de autógrafos que ha tenido por 60 años y en el cual ha ido coleccionando firmas de corredores del maratón desde que era pequeño. La firma de Johnny Kelley se encuentra ahí. También la de Bill Rodgers, campeón por cuatro veces y Sara Mae Berman, tres veces campeona.

Macmillan, de 67 años de edad, es un exjefe de bomberos y vive aproximadamente a una cuadra de la línea de salida y se preocupa, como siempre, de la seguridad. Pero eso no detendrá a su esposa ni a él de organizar una fiesta, la cual es muy popular entre los corredores, funcionarios de la carrera y los vecinos.

“Estoy orgulloso de ser parte de ésto, de contribuir aunque sea un poquito para que continúe la tradición”, dijo Macmillan.

Entre sus memorias del maratón, Brian Donovan no puede evitar pensar en Richard Martin, el niño de 8 años de edad que estaba parado en la línea de meta con su familia cuando explotó una de las bombas, matándolo. “Yo era un niño”, dijo Donovan. “Parado ahí, echando porras con un helado en mano”.

Cualquiera que haya asistido al Maratón de Boston se puede relacionar con eso, dijo él.

“¿Cuántos niños tuvieron esa misma experiencia en Boston y en América? Lo seguiremos haciendo. No va a desaparecer”.

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