Rolling Stones, McCartney y Dylan brillan a puro rock

Tienen más de 70 años y demostraron que están lejos de retirarse, en un megarecital en CA.

Se lo promovió como el 'Woodstock' del 2016. Bob Dylan, Rolling Stones, Paul McCartney y Neil Young sacudieron el escenario en Desert Trip, California, el mismo que recibe cada año al festival Coachella.

De un lado, un elegante caballero británico, un genio con un talento natural para el pop. Del otro, un canadiense rabioso y contestatario que cuando suelta los demonios del rock no tiene freno. Pero aunque parezcan muy diferentes, Paul McCartney y Neil Young arrasaron juntos el sábado en el Desert Trip.

Este festival, que tiene lugar en la ciudad californiana de Indio en el mismo recinto que el evento de música alternativa Coachella, celebró el sábado su segunda jornada como una ocasión única en la historia para disfrutar de gigantes del rock clásico como Bob Dylan y The Rolling Stones, que actuaron el viernes, y The Who y Roger Waters, que participarán el domingo.

En la noche del desierto californiano se palpaba una gran expectación entre el público que abarrotaba el Empire Polo Club de Indio y Paul McCartney rompió en pedazos ese silencio con "A Hard Day's Night".

Bromista y con muchas ganas de marcha, el primer tramo incluyó "Can't Buy Me Love", a la que resultó imposible resistirse, y "Day Tripper", con la que McCartney prometió montar una fiesta "al estilo Liverpool".

Al ex-Beatle le acompañó una banda abierta a mil posibilidades: al toque sexy de "Let Me Roll It", a rendir tributo a Jimi Hendrix con una instrumental "Foxy Lady" o a desmelenarse con "I've Got a Feeling".

Picoteando aquí y allá de su obra con The Beatles, Wings así como en solitario, "Macca" ofreció constantes pruebas de una admirable versatilidad a sus 74 años.

La jornada había comenzado con la actuación de Neil Young, que sobre el escenario dispuso una serie de tipis con el lema "el agua es vida" como muestra de su apoyo a la lucha de la comunidad nativa de "Standing Rock", en Dakota del Norte, contra un oleoducto que podría arruinar las aguas de las tierras en las que viven.

Con sombrero negro y las pintas de un pobre hombre que viene de paso por la ciudad, Neil Young comenzó la velada en solitario, alternando el piano y la guitarra, con "After the Gold Rush" y la emocionante "Heart of Gold".

La clase incomparable de Bob Dylan y unos Rolling Stones explosivos y arrolladores deslumbraron el viernes en el festival Desert Trip, en una primera jornada que sólo fue el inicio de un impresionante 'lineup'.

En un entorno relajado y multigeneracional, quizá impropio del enloquecido desorden que se espera de un festival de rock, el amplio escenario se vistió al atardecer con tonos morados que se reflejaban en las primeras filas de asientos, dedicados a las entradas más exclusivas.

Y cuando el sol se apagó sobre el desierto californiano apareció Bob Dylan refugiado tras el piano, con traje oscuro y sombrero blanco de ala ancha, para abordar una traviesa "Rainy Day Woman # 12 & 35" que, quién lo diría, en 2016 cumplió 50 años.

Mucho más dulce, casi encantadora, fue en cambio "Don't Think Twice It's All Right", antes de que Dylan pisara a fondo el acelerador para el rock en combustión de "Highway 61 Revisited".

Desde hace tiempo, los conciertos de Dylan parecen un ejercicio de abstracción, de canciones disfrazadas e interpretaciones que vuelan tan libres que hasta cuesta identificarlas.

Si el público espera copias calcadas de los discos, saldrá muy contrariado, especialmente por la voz quebrada y rugosa del de Minesota; pero si acepta las reglas del juego, encontrará sabrosas recompensas, sobre todo de la mano de una banda intachable con la que se puede ganar cualquier batalla.

De este modo, "Tangled Up in Blue" sonó enigmática y frondosa, toda una proeza, sin duda, pero quizá fue una desilusión para cualquiera que tratara de seguirla tal y como la conocía del clásico álbum "Blood On The Tracks" (1975).

Quienes no pidieron permiso para asaltar el escenario fueron The Rolling Stones. Una explosiva e infalible "Start Me Up" levantó de sus asientos, en un instante, a todo el público y plantó la semilla para un concierto atiborrado de dinamita, baile y nervio eléctrico.

Ni un segundo tardó Mick Jagger, con chaqueta roja y azul y camiseta con el logo de The Rolling Stones, en comenzar su adorado desfile de garbeos, miradas al público y gestos exagerados, propulsado, además, por las guitarras trenzadas y siempre excitantes de Keith Richards y Ron Wood.

La banda británica no llegó al evento de vacío ya que recientemente anunció la publicación del álbum "Blue & Lonesome", un regreso a sus raíces del blues y su primer trabajo desde "A Bigger Bang" (2005).

De este nuevo disco tocaron "Ride 'Em on Down", una versión que recordó sus orígenes en los años 60 cuando eran un grupo de jóvenes desafiantes de Londres que soñaban con emular a sus héroes del blues norteamericano Muddy Waters o Bo Diddley.

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