Asesinatos resienten imagen de México

TLALMANALCO, México— Los cadáveres estaban decapitados y cubiertos con cal y asbesto, ocultos bajo una gruesa capa de hormigón; hombres y mujeres jóvenes desaparecidos desde que se fueron de fiesta a un club nocturno en una zona bien de la capital mexicana hace casi tres meses.

Mientras los familiares de los 12 jóvenes desaparecidos se preparaban el sábado para la angustiosa espera por la identificación de los cuerpos mediante pruebas de ADN, ellos y otros dijeron que el macabro descubrimiento esta semana de la fosa llena de lodo en una zona rural al este de la Ciudad de México fue una vindicación amarga para los que desde el principio dijeron que los líderes de las fuerzas policiales de la ciudad restaron importancia a las desapariciones y en el mejor de los casos fueron incompetentes al tratar de encontrar a sus seres queridos.

Los cuerpos fueron encontrados sólo después de que investigadores federales se incorporaron a la pesquisa, luego de esperar impacientemente por algún avance de la fuerza policial local.

Los secuestros y asesinatos han dejado al descubierto una batalla de pandillas por el control del lucrativo negocio de las drogas en los bares y clubes nocturnos más lujosos de una megalópolis que había sido un oasis de calma durante los casi siete años de guerra contra las drogas en el país.

Un funcionario federal que ayudó a descubrir los cuerpos dijo que los encontraron decapitados, en lo que podría ser un reflejo espantoso de las brutales mutilaciones de las víctimas de los cárteles de las drogas en otras zonas del país.

El funcionario habló a condición de no ser identificado porque no estaba autorizado a hablar de la investigación en curso. "La Ciudad de México no es una burbuja. Y si no se prenden los semáforos (alarmas), vamos a caer en un grave problema de inseguridad", dijo Miguel Amelio Gómez, asesor de seguridad y ex jefe de investigaciones policiales de la Procuraduría de Justicia de la capital.

Los secuestros ocurrieron hace tres meses a mediodía un domingo soleado en una zona bien del corazón de la Ciudad de México, cuando cinco vehículos llegaron a un club nocturno llamado Heaven, a una cuadra de la sede administrativa de la Policía Federal y la embajada de Estados Unidos.

Ocho hombres y cuatro mujeres que estuvieron de fiesta toda la noche subieron a los vehículos, muestran cintas de videos de vigilancia.

Entonces desaparecieron. La policía local dijo que estaba trabajando en el caso. Pero después de más de dos meses y poco avance, se incorporaron los investigadores federales. Descubrieron 13 cadáveres, aparentemente los 12 jóvenes y otra persona no identificada, el 16 de agosto en una finca a 57 kilómetros de donde desaparecieron.

Al menos cinco fueron identificados por sus tatuajes e impresiones dentales. El sábado continuaban las labores de identificación del resto. Los familiares de los 12 expresaron dolor, frustración y desconfianza en el descubrimiento.

Y acusaron a las autoridades policiales de la Ciudad de México de demorarse mucho en la investigación, quizás por temor a lo que pudiera revelar.

"Para nosotros es verdaderamente confuso ", dijo el sábado Beatriz Loza, tía de la víctima Monserrat Loza.

"La investigación ha fallado. No es posible que han pasado casi tres meses". Cuatro antiguos y actuales funcionarios policiales dijeron a The Associated Press que la masacre parece haber sido organizada por una poderosa pandilla de las drogas como venganza y advertencia a un grupo de narcos menos poderosos que tratan de controlar territorio en algunas de las zonas de más categoría de la ciudad.

Los funcionarios hablaron a condición de no ser identificados porque no estaban autorizados a revelar detalles de la investigación.

Con unos 100,000 policías en la capital, los principales cárteles de México han tenido poca presencia aquí. Pero el negocio de venta minorista de drogas está en auge y las pandillas locales ganan colectivamente 100 o 200 millones de dólares diarios vendiendo marihuana, cocaína y alucinógenos, dijo Gómez, ex jefe de investigaciones.

Los investigadores le dijeron a la AP que creen que traficantes del populoso barrio de Tepito pueden haber tratado de quitar territorio a la Unión de Insurgentes, una pandilla que lleva el nombre de una próspera vía que corre norte-sur en la capital y controla las ventas en virtualmente todos los centros nocturnos en el área más acaudalada de la ciudad.

La pandilla contrata a mujeres como espías para coquetear con rivales potenciales que traten de vender drogas en su territorio y usan a los parqueadores como vigilantes, dijo Gómez. Entonces compran a policías corruptos, que ganan menos de 10,000 dólares al año, para hacerse los de la vista gorda.

Dos dueños del bar Heaven, Mario Ledezma y Ernesto Espinosa Lobo, fueron arrestados. Algunos testigos han declarado que los dos estaban trabajando con la Unión de Insurgentes, según un documento de la investigación mostrado a la AP por una persona con acceso a los registros del caso.

Ledezma alegó en una declaración a las autoridades que fue amenazado por hombres armados de la pandilla, quienes le informaron que iban a vender drogas en sus bares, y que si objetaba lo matarían.

El dueño del bar agregó que los hombres le dijeron que si veían a otros grupos vendiendo drogas en los bares que habían decretado suyos, esos rivales desaparecerían.

De las 12 víctimas, algunas tenían vínculos con la pandilla de Tepito. Jorge Ortiz, padre de la víctima Jerzy Ortiz, cumple pena de prisión por extorsión, crimen organizado, homicidio y robo.

Otra víctima fue Said Sánchez, cuyo padre cumple una condena de 23 años por delitos similares. Rodolfo Ríos, procurador de Justicia de la Ciudad de México, ha dicho que el caso Heaven también tiene relación con un asesinato ocurrido dos días antes en un club de la zona bien de Condesa, donde a un presunto traficante lo mataron de un balazo en la cabeza en medio de la calle.

Un funcionario de la Procuraduría General de Justicia del DF dijo a la AP que los investigadores estudian la posibilidad de que el enfrentamiento entre pandillas esté detrás de otros incidentes mortales en la capital aproximadamente en las mismas fechas.

En un caso en abril, familiares de otros cinco jóvenes denunciaron que fueron secuestrados de un bar llamado Virtual en la misma zona del Heaven.

Los familiares explicaron que cuando presentaron la denuncia de la desaparición las autoridades les dijeron que no hablaran del caso por su propia seguridad.

Videos de vigilancia que podrían haber ayudado a solucionar el misterio desaparecieron ocho días después de los secuestros, según el funcionario, que no estaba autorizado a hablar sobre el caso.

En el caso Heaven, las familias comenzaron a denunciar las desapariciones al día siguiente, pero nada sucedió hasta cuatro días después, cuando se lanzaron a bloquear calles en una protesta pública.

Pero incluso así el caso parecía avanzar con lentitud y funcionarios de la Ciudad de México enfatizaron que el caso no era una señal de un problema más amplio de inseguridad en la capital.

"Tienen muchos elementos, mucha gente, pero ¿dónde están los muchachos?", preguntó en julio Leticia Ponce, madre de Jerzy Ortiz, de 16 años y uno de los desaparecidos. "¿Están tratando de encontrarlos?"

El caso avanzó el 16 de agosto, cuando investigadores federales buscaban en una zona suburbana al este de la capital. Jesús Murillo Karam, procurador general de la república, dijo la semana pasada que los investigadores se dedicaban a un caso completamente diferente cuando encontraron la finca.

Pero el funcionario de la Procuraduría de Justicia le dijo a la AP que los investigadores federales fueron asignados específicamente a buscar a las víctimas del Heaven en el vecino estado de México, una señal de impaciencia con la policía de la capital.

Los investigadores, siguiendo a informantes, habían escuchado que los secuestradores podrían estar en la zona rural de Tlalmanalco, conocida como un lugar popular entre las pandillas de delincuentes.

En el lugar encontraron a un hombre armado cerca un cementerio, que huyó en un vehículo al ver a los investigadores, dijo el funcionario federal. Los agentes lo siguieron a la finca llamada La Negra, pensando quizás que encontrarían una "casa de seguridad", donde los delincuentes esconden armas, víctimas o se ocultan ellos mismos.

Los agentes regresaron varias veces a la propiedad, donde encontraron vacas, pavos y caballos, además de una construcción sin terminar. El viernes consiguieron una orden de registro para buscar armas.

Cuando llegaron, encontraron bolsas de ropas y una caja llena de teléfonos móviles. Y cuando comenzaron a interrogar a dos hombres que vivían en el lugar, estos se pusieron nerviosos, lo que despertó las sospechas de los investigadores.

Al interrogarlos por separado, los dos ofrecieron versiones diferentes. Finalmente, uno confesó que alguien había enterrado cuerpos en la finca y los llevó al lugar. El miércoles por la noche, autoridades federales y del estado de México iniciaron una excavación exhaustiva.

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